La obra de Gabriel Gutiérrez nos ofrece una visión amplia del movimiento expresionista en el cual se inserta. Convertido en un cronista de su tiempo ha trabajado el drama de la diáspora, no sólo el ir si no el ¨venir¨ a través del recuerdo. La decisión del ¨escape¨ entraña por supuesto una suerte de desafío y enfrentamiento a lo desconocido, es por ello que una pequeña embarcación sola, sin hombre alguno, porque nada superfluo le interesa al artista, se enfrenta a ese enorme espacio amenazador. En otros casos es la luz de un faro que en su eterna soledad emite algún destello como una posible guía ¿visión más optimista? del posible retorno o llegada a un punto de partida, pero siempre remitiéndonos a su insularidad. Son preocupaciones existenciales de este artista que conoce de esta suerte de avatares por las que atraviesa el hombre cuando debe enfrentarse al azar, optando por una forma de expresión despojada de adornos, haciendo énfasis en la composición del cuadro en una unidad de tensiones.
Las problemáticas interiores del artista, representadas plásticamente así, superan una identidad propia de expresivo vigor, donde naturalezas muertas y paisajes nos trasmiten climas de melancolía, desolación, opresión, vacío y nostalgia, esta última tratada de manera muy singular en los objetos que formaron parte de la vida del hombre y que de una u otra manera le pertenecerán para siempre, es así como taburetes, mesas, sillas, embarcaciones, y otros símbolos, formaran siempre su más arraigado concepto de nación y por ende su más valiosa fortuna.
No es un paisajista en el sentido tradicional del término. En su obra el paisaje es un medio y no un fin, constituye un símbolo que expresa muchos significados, economía de recursos formales, vasta lectura conceptual y filosófica sobre la memoria de la nostalgia y la soledad. La ausencia premeditada de figuras nos sumerge en la calidad emocional a través de un juego de imágenes semánticas y pictóricas potenciadas por su manera casi acromática de emplear el color sólo allí donde sea indispensable, lo que nos despierta múltiples evocaciones.
Según Joel Jover, pintor y crítico de arte, ¨ … su papel de artista comprometido con su tiempo es el de alertar lo que se avecina, otra vez el artista premonitorio, otra vez ha de hablar en claves de cosas que no conocíamos y que después conocimos.¨
Gabriel, cubano de pies a cabeza no se complace en visiones folclóricas que demuestren su origen, su obra es universal, abarcadora y por eso nacional.
Las problemáticas interiores del artista, representadas plásticamente así, superan una identidad propia de expresivo vigor, donde naturalezas muertas y paisajes nos trasmiten climas de melancolía, desolación, opresión, vacío y nostalgia, esta última tratada de manera muy singular en los objetos que formaron parte de la vida del hombre y que de una u otra manera le pertenecerán para siempre, es así como taburetes, mesas, sillas, embarcaciones, y otros símbolos, formaran siempre su más arraigado concepto de nación y por ende su más valiosa fortuna.
No es un paisajista en el sentido tradicional del término. En su obra el paisaje es un medio y no un fin, constituye un símbolo que expresa muchos significados, economía de recursos formales, vasta lectura conceptual y filosófica sobre la memoria de la nostalgia y la soledad. La ausencia premeditada de figuras nos sumerge en la calidad emocional a través de un juego de imágenes semánticas y pictóricas potenciadas por su manera casi acromática de emplear el color sólo allí donde sea indispensable, lo que nos despierta múltiples evocaciones.
Según Joel Jover, pintor y crítico de arte, ¨ … su papel de artista comprometido con su tiempo es el de alertar lo que se avecina, otra vez el artista premonitorio, otra vez ha de hablar en claves de cosas que no conocíamos y que después conocimos.¨
Gabriel, cubano de pies a cabeza no se complace en visiones folclóricas que demuestren su origen, su obra es universal, abarcadora y por eso nacional.
No comments:
Post a Comment