De la Serie Juegos IV. Técnica: mixta/lienzo. Dimensión: 153x93 cms. Año: 2003
Serie Desde mi Universo. Paisaje II. Técnica: óleo/lienzo. Dimensión: 120x95 cms. Año: 2003
Mi ciudad. Técnica: óleo/lienzo. Dimensión: 208x120 cm. Año: 2008
Noche Cubana. Técnica Mixta/Lienzo. Dimensión:142x92 cms. Año: 2004
Palabras al Catálogo
Con el pretexto de sus 60 cumpleaños, Gabriel Gutiérrez Vázquez nos da la oportunidad de apreciar una significativa muestra de sus pinturas. Algunas de ellas pueden ser reconocidas por los que han podido seguir su creación en los últimos años. Otras, datan de más reciente fecha y se confrontan a la recepción en nuestro ámbito por vez primera. El conjunto pretende de este modo seguir las huellas de una de las producciones artísticas más emblemáticas en el medio local, que ha logrado merecido reconocimiento nacional e internacional. Su creador, querido y apreciado por los que hace años comparten sueños, se nos hace así más cercano a los que, en amplio espectro d edades hemos tenido el privilegio de conocerle más acá e intentamos la intelección de su imaginario visual, a partir del disfrute de sus enigmáticas formas y composiciones.
El repertorio iconográfico de Gabriel es, en efecto, enigmático. La esfera, la mesa, la silla, el barquito de papel, el cubo son los recursos simbólicos que más se reiteran en sus naturalezas muertas y paisajes; mediante ellos el maestro nos conduce a una suerte de universo onírico, en el que aquellos que operan con sustitutos antropomórficos de la ausente figura humana, a la que tanto se alude con insistencia. Y es que a mi modo de ver, el repertorio de Gabriel pudiera reducirse al hombre, al tiempo que paradójicamente se desnuda, expande y proyecta en los mencionados signos de su presencia_ausencia, para articular eso que Joel calificó con acierto como el discurso del desamparo.
Melancolía, soledad, opresión, vacío. A tales términos se ha apelado por críticos locales y extranjeros para interpretar las imágenes agresivas de Gabriel. No hay duda en que su aparente distensión, dichas proyecciones visuales son en puridad antinómicas. Nos ponen ante los tópicos existenciales más candentes, relativos al conflicto, nada apacible, drama de la condición humana en el espacio y el tiempo, tan lleno de incertidumbres y avatares, muchas veces lacerantes.
Semejante espectáculo se presenta con fuerza expresiva singular mediante el protagonismo del color. El sugerente contraste de los claroscuros, de lo refulgente y lo contenido, de las asimetrías cromáticas, engendra en las telas del creador una atmósfera realmente sobrecogedora, que subraya lo imprevisible.
En no pocas piezas incorporadas a esta muestra, el artista apuesta a la incerteza de los límites. Se percibe enfáticamente en aquellas en que los bordes de una u otra superficie o volumen parece restringir o contener, marcar fronteras, sugerir la nada. De alguna forma estos artilugios compositivos y sus correspondientes dispositivos alegóricos están rozando los discursos filosóficos del ser, cuestionados o restituidos en las aventuras de las racionalidades del pasado siglo. El juego con el límite, con esos raros placeres asociados al miedo por el extravío o el peligro, constituye, al decir de Omar Calíbrese, uno de los expedientes morfológicos que respiran y cristalizan el aire de este tiempo incierto de la humana contemporaneidad. Pero ha sido, no olvidarlo, una de las más recurrentes temáticas en la tradición artística del occidente.
El artista, no tengo dudas, convoca en sus obras a su propia memoria. A su personal “ mundo de la vida”, en el que se registran inquietudes y viscisitudes que quizás de este modo quiera exorcisar, para liberarse y liberarnos. Conversando con él, hace sólo unos días atrás, pude percatarme de su capacidad para trocar en jubileo un estado de ánimo nada feliz. De pronto, tras signos evidentes de molestia y cansancio, con amenazas incluso de posposiciones de esta muestra, le ví erguirse y tramar entusiasmado la posible museografía de la misma. Minutos después sellado el pacto curatorial, su rostro se iluminaba al narrarme su encuentro directo con obras de Velásquez, Goya, Lichtenstein. Su admiración por los maestros del pasado o de más reciente producción, la apreciación enjundiosa de sus conquistas formales, preceptuales o semióticas de las que se se siente deudor de uno u otro modo, me confirmaron la talla del artista y del hombre sensible e inteligente que ya había constatado.
No es pertinente aquí dibujar en detalle el ya extenso arco de su producción. En las telas o cartulinas de esta exposición pueden apreciarse mucho mejor sus inquietudes estéticas y el alcance de su poética personal, que resume las primeras seis décadas de fecunda experiencia vital.
Dr. Eduardo Albert Santos
Con el pretexto de sus 60 cumpleaños, Gabriel Gutiérrez Vázquez nos da la oportunidad de apreciar una significativa muestra de sus pinturas. Algunas de ellas pueden ser reconocidas por los que han podido seguir su creación en los últimos años. Otras, datan de más reciente fecha y se confrontan a la recepción en nuestro ámbito por vez primera. El conjunto pretende de este modo seguir las huellas de una de las producciones artísticas más emblemáticas en el medio local, que ha logrado merecido reconocimiento nacional e internacional. Su creador, querido y apreciado por los que hace años comparten sueños, se nos hace así más cercano a los que, en amplio espectro d edades hemos tenido el privilegio de conocerle más acá e intentamos la intelección de su imaginario visual, a partir del disfrute de sus enigmáticas formas y composiciones.
El repertorio iconográfico de Gabriel es, en efecto, enigmático. La esfera, la mesa, la silla, el barquito de papel, el cubo son los recursos simbólicos que más se reiteran en sus naturalezas muertas y paisajes; mediante ellos el maestro nos conduce a una suerte de universo onírico, en el que aquellos que operan con sustitutos antropomórficos de la ausente figura humana, a la que tanto se alude con insistencia. Y es que a mi modo de ver, el repertorio de Gabriel pudiera reducirse al hombre, al tiempo que paradójicamente se desnuda, expande y proyecta en los mencionados signos de su presencia_ausencia, para articular eso que Joel calificó con acierto como el discurso del desamparo.
Melancolía, soledad, opresión, vacío. A tales términos se ha apelado por críticos locales y extranjeros para interpretar las imágenes agresivas de Gabriel. No hay duda en que su aparente distensión, dichas proyecciones visuales son en puridad antinómicas. Nos ponen ante los tópicos existenciales más candentes, relativos al conflicto, nada apacible, drama de la condición humana en el espacio y el tiempo, tan lleno de incertidumbres y avatares, muchas veces lacerantes.
Semejante espectáculo se presenta con fuerza expresiva singular mediante el protagonismo del color. El sugerente contraste de los claroscuros, de lo refulgente y lo contenido, de las asimetrías cromáticas, engendra en las telas del creador una atmósfera realmente sobrecogedora, que subraya lo imprevisible.
En no pocas piezas incorporadas a esta muestra, el artista apuesta a la incerteza de los límites. Se percibe enfáticamente en aquellas en que los bordes de una u otra superficie o volumen parece restringir o contener, marcar fronteras, sugerir la nada. De alguna forma estos artilugios compositivos y sus correspondientes dispositivos alegóricos están rozando los discursos filosóficos del ser, cuestionados o restituidos en las aventuras de las racionalidades del pasado siglo. El juego con el límite, con esos raros placeres asociados al miedo por el extravío o el peligro, constituye, al decir de Omar Calíbrese, uno de los expedientes morfológicos que respiran y cristalizan el aire de este tiempo incierto de la humana contemporaneidad. Pero ha sido, no olvidarlo, una de las más recurrentes temáticas en la tradición artística del occidente.
El artista, no tengo dudas, convoca en sus obras a su propia memoria. A su personal “ mundo de la vida”, en el que se registran inquietudes y viscisitudes que quizás de este modo quiera exorcisar, para liberarse y liberarnos. Conversando con él, hace sólo unos días atrás, pude percatarme de su capacidad para trocar en jubileo un estado de ánimo nada feliz. De pronto, tras signos evidentes de molestia y cansancio, con amenazas incluso de posposiciones de esta muestra, le ví erguirse y tramar entusiasmado la posible museografía de la misma. Minutos después sellado el pacto curatorial, su rostro se iluminaba al narrarme su encuentro directo con obras de Velásquez, Goya, Lichtenstein. Su admiración por los maestros del pasado o de más reciente producción, la apreciación enjundiosa de sus conquistas formales, preceptuales o semióticas de las que se se siente deudor de uno u otro modo, me confirmaron la talla del artista y del hombre sensible e inteligente que ya había constatado.
No es pertinente aquí dibujar en detalle el ya extenso arco de su producción. En las telas o cartulinas de esta exposición pueden apreciarse mucho mejor sus inquietudes estéticas y el alcance de su poética personal, que resume las primeras seis décadas de fecunda experiencia vital.
Dr. Eduardo Albert Santos
Hola, Vieja Guardia, Saludos para todo, Peti, Wanbru, se que siguen igualitos, como los buenos tiempos, saludame a todos
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sergiodeglado@mundo-r.com
Hola que bueno ver arte cubano que no sea solo de la capital cubana en Internet,yo también soy un artista cubano que no he vivido en la habana, me llamo Raúl león y conocí al Dr. Eduardo Albert Santos cuando trabajaba en la academia de arte Moron,quisiera saber como puedo contactarlo o tan solo tener su numero de telefono si tiene ,,,mi correo electronico es carmelitarl@gmail.com
ReplyDeleteRecordando los tiempos en la Brigada Hermanos Saíz y aquel enorme POEMA MURAL en el parque I. Agramonte junto a ti, Nazario, Joel, de la Torre, etc con los poetas de la Brigada y recuerdo tu dibujo al cual yo tuve el honor de escribir mi texto, expuestos en las vidrieras de la Calle Maceó durante uno de los Panoramas de la Cultura. Recordá, hermano, que recordar es volver a vivir. ERdelValle
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