Monday, April 13, 2009

Y SE HIZO LA LUZ, por Marcos Tamames Henderson

Cuando se tornan impostergables las exigencias de las galerías con las que Gabriel Gutiérrez mantiene vínculos dentro y fuera de la isla todo en la casa se transforma. La habitación que le sirve de taller le resulta pequeña para una danza, que por franca, espontánea y familiar, pudiera terminar inquietando al coreógrafo entrenado en presuponer un texto definitivo; y es que Gabriel, en tanto hacedor está siempre presto a escuchar los reclamos de las piezas que van cobrando vida ante él. Seguro en el dibujo y las soluciones volumétricas, elementos formales en los que sin duda es una autoridad, el autor se niega a mantener un orden preestablecido, lo cual sería completamente ajeno a su personalidad; en su lugar se impone una dinámica ligada a la praxis creativa y a un desenfadado divertimento. Así con intrínseca fuerza, lienzos en bastidores, lápices, carboncillos y pinturas, pinceles y brochas, terminan por compartir la exacerbación de la creación misma. Todos y cada uno de estos elementos ceden, demandan o tropiezan en un minúsculo sitio.
Paradójicamente, en el espacio galerístico, en contacto con el público, el cuadro ofrece una unidad redonda, como si atesorara horas de bocetos, de pensar y repensar el sentimiento de cada detalle, de ahí el don que poseen de atrapar la atención del espectador, conduciéndole desde la simple curiosidad hasta insondables reflexiones. El referido divertimento, inalienable cómplice del autor, aparece a la caza de una broma o de una suspicaz lectura que conllevarán a otros planos de interpretaciones. Ante un cuadro de Gabriel es común pasar de la identificación de lo incuestionable a la sobrecogedora dosis de una esotérica atmósfera cuyas claves, por cotidianas, tardarán en ser reconocidas. Bastará un minuto en silenciosa compañía con una de estas piezas para sentirse parte de ella, para escuchar el sonido de la luz por encima del faro; las campanadas más allá de las torres o la deliciosa conversación que desborda la robustez de la mesa y los tradicionales taburetes. Gabriel invita a la risa desde las formas, pero como buen cubano, nos deja las esencias del mundo circundante, conquista que alcanza por la honestidad del oficio. Sabe que trabaja el mundo de las imágenes, que toda obra de arte es un sistema de signos cuya trascendencia dependerá en gran medida del ámbito cultural en que vivan sus lectores, como también es de su dominio, por experiencia propia, que siempre habrá un individuo dispuesto a buscar, como él mismo, más que el faro y la luz, el barco; más que la insularidad, el continente. En lugar de los más abrumadores y globales conceptos, ha quedado atrapada en estos lienzos la inmediatez en su pequeñez y es que, a fin de cuentas, sólo en las partes está el todo. El objeto identificado, o tal vez la sutil o descarada escena humorística que sugiere la relación objetual, con sólo atisbos del aura profundamente humana que acompaña esta muestra.


Marcos Antonio Tamames Henderson
Julio 2006

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